I t A i n ' t O v e r ' T i l l I t' s O v e r
Exacto. Nada se acaba hasta que se acaba, ya lo decía el señor Kravitz en su canción.
Se acabó oficialmente un 16 de agosto. Muerto desde julio. En coma desde el año pasado. Ha sido un año de vaivenes, de "quiero y no puedo", de intentar reanimar lo que permanecía enchufado a una máquina (llámese miedo, cariño, rutina o whatever).
Y lo peor, ganas de gritar y de echar a correr, porque hasta el último momento no supe como afrontar aquello, como hacer ver que no quedaba nada de aquel primer año perfecto, de los viajes, de las tardes de café y pasteles... Que no quedaba nada de Nueva York ni las luces se reflejaban ya en las retinas. Que habíamos prolongado durante 76 meses lo que sabíamos que no iba a llegar a nada, porque el compromiso y las responsabilidades nunca entraron en su diccionario. Porque se negó en rotundo a darme espacio en su vida, en su casa... a comprarnos la nuestra, cuando se lo propuse, bajo la excusa de la atadura. Qué mal suena dicho así... Qué pena.
Recibí un email "precioso" en el que, prácticamente me acusaba de ser cobarde, una miedica, depender de mis padres y unas cuantas lindezas más. Le respondí un mes después, cuando le había dejado y se había enfriado el asunto. Copio y pego, porque me parece que refleja bien aquella situación insostenible.
Si no recuerdo mal, hubo una carta que me resultó bastante ofensiva y que deje sin contestar para no hacerlo en caliente. Ahora, o más bien ayer, es cuando se ha enfriado el asunto.
Cuando ayer mi madre malinterpretó lo que le contaste y me dijo que te ibas, fue como cuando te llevas un guantazo y no sabes de dónde te ha venido. Por eso al llamarte me puse así. Sentí alivio. Mi reacción me sorprendió a mi misma y me dio que pensar, pero tranquilo, que no me pondré lastimosa. Mis pensamientos quedan para mí.
Sé que te he hecho daño con mi comportamiento y mis decisiones. Ya van dos veces que he tomado a la ligera un asunto nada trivial y he abandonado la relación. Es lo que pasa cuando no te queda autoestima. Si te pones y analizas, las dos veces son completamente iguales: tú sigues en tu mundo, yo me siento un cero a la izquierda pero encuentro algún apoyo (compañeros de trabajo las dos veces), tú te enfadas porque mi comportamiento contigo cambia, yo me canso y mando todo a la mierda.
Siempre te he dicho que los dos tenemos nuestros fallos y nuestra parte de culpa en cada discusión. Tú eres más tranquilo. Yo me muevo por impulsos. Por más que he intentado explicártelo y decirte qué quiero de ti, tú has seguido respondiendo igual. Ojo, que con esto no quiero decir que quería que cambiases tu forma de ser. No. Simplemente que fueras conmigo como yo era contigo. Tienes la dichosa costumbre de querer quedar bien con todo el mundo, de dar importancia a los que vienen de fuera, ser un buen anfitrión y aún mejor persona y amigo. Cuando haces eso descuidas a los cercanos, a los que te quieren y a los que están siempre. Y no solo me refiero a mí misma. Así, he visto como me anteponías a otros, como las preferencias de otros han venido antes que mis NECESIDADES, como sus necesidades/caprichos han estado por delante de mí… excepto cuando te has encontrado solo. Eso quema y duele. Yo jamás antepuse a nadie a ti. Siempre he ido, siempre te he buscado, siempre he estado… para dar más la tabarra o menos, pero he estado. Estuviste por delante de los míos, aunque tú digas lo contrario, y pasé mis años de carrera, esos en los que debía de haber hecho amigos, contigo y los tuyos. De hecho, esto último te sirvió en más de una ocasión para echarme en cara que no tuviera amigos, que fuera una arisca y una criticona. No te lo niego, pero tampoco soy tan mala. Eso también me dolió. Si hemos discutido, siempre he dado el paso yo, ¿por qué tú te esperaste dos semanas? ¿Tan poco te importaba? ¿Tan bien estabas sin que nadie te regañara por levantarte o acostarte a las tantas?
Son tantas cosas… Yo quería que tu también vinieras a buscarme sin yo tener que llamarte, que me dijeras “vente, que estoy en casa” en vez de ser yo la que dijera “¿Estás en la casa? Voy para allá”. Eso me hacía sentirme mal, porque a veces tenía la sensación de que te estaba forzando a vestirte o salir o hacer lo que yo quisiera, cuando en realidad no era esa mi intención.
No pretendo que esto sea un reproche, solo que intentes comprender cómo me he sentido durante mucho tiempo… y tú me dices que me entiendes ahora, porque te encuentras más solo. Yo también te echo de menos. Ahora, en frío, te puedo decir más cosas que si te hubiera respondido inmediatamente.
Por mi parte, con mis aciertos y mis errores, tengo la conciencia más o menos tranquila. Crucé el charco por ti, nos hemos pegado horas de biblioteca juntos, te ayudé a limpiar y organizar tu piso del centro, me fui a vivir contigo, he sacado horas de donde no las he tenido para pasar un rato contigo… dime, ¿cuándo no he estado? Y tú, me escribes una carta y basas tu argumentación en que ya no estoy, y que mi familia y el trabajo me absorbe… Lo entendí a ratos. Dejé de estar cuando me di cuenta de que, aunque trabajara las 24 horas del día, no ibas a hacer mucho más esfuerzo que el necesario por mí. Cuando pasaban los días y no sabía de ti, Opté por dejar de llamarte. Dejé de estar cuando veía que, una semana tras otra, dedicabas MI ÚNICO día de descanso a dormir y yo te despertaba a las 10 de la noche desesperada. Entiendo que trabajas los fines de semana, pero si yo entre la semana hago un esfuerzo ¿por qué tú no puedes hacerlo un día? Y dejé de estar, también, cuando me di cuenta de que no puedes quedar mal con nadie. Es mejor ser guay y no soltar un par de frescas, antes que no cumplir tus promesas conmigo y hacerme sentir imbécil. Sí, me refiero a la puñetera Elisa.
Ahora, todo esto que te digo, tengo que pararme a pensarlo para recordarlo porque, en realidad, el cerebro humano tiende a borrar lo que duele y se queda con lo bueno. Y eso pasa, que echo de menos todo lo bueno. Me jodió profundamente que quitaras FB, que te quitaras de en medio, que desaparecieras. Me dolió (y me duele) no saber de ti. Sé que estás aquí porque paso cien veces por delante de la tienda (no me queda más remedio) y te veo. Luego me quedé con la sensación de haberme largado cuando en verdad me necesitabas, porque estabas más solo… mil cosas. No creas que eres tú solo quien lo pasa mal. Yo solamente estaba cansada de discutir, de estar enfadada, de mirar todo el tiempo el teléfono, de hacer las cosas corriendo para tener tiempo para IR (pocas veces para que tu VINIERAS). No estaba siendo feliz y tenía que poner mis sentimientos en orden y, para eso, necesitaba estar sola.
Estos eran y son mis argumentos. Entiéndelos, valóralos o tíralos a la papelera de reciclaje. Haz lo que quieras.
En cuanto a tu “parrafada”, como le decías, un par de cosas:
- No fui a Marbella solo porque necesitara unas vacaciones. Para eso podría habérmelas tomado en agosto, cuando no había nada de trabajo. Necesitaba unas vacaciones contigo. Sin embargo, no pudieron ser más frías y no solo mía es la culpa.
- Mi padre, te gustara o no, es mi jefe. Ahora tengo que callarme, pero más adelante las cosas serán muy distintas si todo sale como tiene que salir.
- El trabajo he aprendido a tomármelo de otra manera. Quiero acabar mi curso e intentar buscarme la vida por ahí. Creo que no te digo nada nuevo.
- Independencia. Llegará, en cuanto tenga ahorrado el dinero necesario. Cuando en Marbella me dijiste de vivir juntos me hizo mucha ilusión. Mira por donde van las cosas ahora…
En fin, seguro que se me quedan muchas cosas por decirte… me acordaré cuando ya no pueda decírtelas.
Besos,
Silvia.
Conversaciones Privadas
lunes, octubre 31
domingo, julio 10
A L o v e S t o r y ( p a r t 2 )
A ese muchacho siempre le veía en clase mordisqueándose las uñas y hablé con él unas cuantas veces solo porque el profesor nos colocaba en el mismo grupo para las actividades de clase.
Un día estaba yo en los pasillos de la facultad peleando a muerte con el PowerPoint. Tenía que hacer una presentación súper importante sobre etnología. De ese proyecto dependía la nota de la asignatura. Como siempre, el dichoso programita decidió que no iba a reproducir los vídeos que yo había introducido y en ese momento pasó él para acabar con mi problema en 2 minutos. Qué panoli soy...
A partir de ahí empezó a llamarme la atención y, por lo que se ve, yo a él. Comíamos juntos en la facultad, nos dedicábamos miraditas por los pasillos... hasta que un día coincidimos en un pub. Sentados uno en cada esquina de una mesa de 20, pasamos toda la noche mirándonos hasta que se me acercó a decirme: "¿vas a decidirte a besarme ya o aún tengo que esperar un poco más?" Aquello fue digno de una película empachosa, pero súper bonito. Creo que no paramos de besarnos hasta que me dejó en mi casa.
A partir de ahí todo fue perfecto. Venía a casa a recogerme, íbamos a pasear, tomar café... pasábamos horas sentados con un café y tabaco hablando de mil cosas. Siempre tenía palabras y detalles preciosos para mí, apreciaba que me hubiera arreglado o que hubiera hecho el esfuerzo de salir después de venir del curro. No hubo nada malo. Jamás se sobrepasó o insinuó algo que yo no quisiera hacer.
Y NO. No hubo sexo. No hizo falta. Nos llenábamos tanto mutuamente que el sexo se convirtió en algo sin importancia y, como tal, no sucedió.
Mientras tanto, yo pensaba en A. bastante, y él en su novia, por supuesto. Tenía muchos remordimientos pero luego, pensando en frío, me daba cuenta de que de no ser por M., yo habría dejado la relación con A. Obtenía de M., lo que A. debería de haberme dado todo el tiempo.
Cuando volvimos cada uno a su respectivas ciudades, seguimos en contacto durante un tiempo. El tiempo que él tardó en decidir que quería a su novia y se dedicaba a contarme lo bien que iban las cosas con ella mientras yo seguía loca por sus huesos, inventando para reencontrarnos alguna vez.
Hoy, cuando lo pienso en frío, creo que él podría haber sido el hombre de mi vida si yo hubiera jugado bien mis cartas. Cometí errores al no hacer cosas que, entonces, creía que estaban mal. Y es más, si él me hubiese elegido a mí, le habría seguido a cualquier sitio.
Y es que, la verdad, creo que jamás he estado más enamorada de alguien en mi vida.
Un día estaba yo en los pasillos de la facultad peleando a muerte con el PowerPoint. Tenía que hacer una presentación súper importante sobre etnología. De ese proyecto dependía la nota de la asignatura. Como siempre, el dichoso programita decidió que no iba a reproducir los vídeos que yo había introducido y en ese momento pasó él para acabar con mi problema en 2 minutos. Qué panoli soy...
A partir de ahí empezó a llamarme la atención y, por lo que se ve, yo a él. Comíamos juntos en la facultad, nos dedicábamos miraditas por los pasillos... hasta que un día coincidimos en un pub. Sentados uno en cada esquina de una mesa de 20, pasamos toda la noche mirándonos hasta que se me acercó a decirme: "¿vas a decidirte a besarme ya o aún tengo que esperar un poco más?" Aquello fue digno de una película empachosa, pero súper bonito. Creo que no paramos de besarnos hasta que me dejó en mi casa.
A partir de ahí todo fue perfecto. Venía a casa a recogerme, íbamos a pasear, tomar café... pasábamos horas sentados con un café y tabaco hablando de mil cosas. Siempre tenía palabras y detalles preciosos para mí, apreciaba que me hubiera arreglado o que hubiera hecho el esfuerzo de salir después de venir del curro. No hubo nada malo. Jamás se sobrepasó o insinuó algo que yo no quisiera hacer.
Y NO. No hubo sexo. No hizo falta. Nos llenábamos tanto mutuamente que el sexo se convirtió en algo sin importancia y, como tal, no sucedió.
Mientras tanto, yo pensaba en A. bastante, y él en su novia, por supuesto. Tenía muchos remordimientos pero luego, pensando en frío, me daba cuenta de que de no ser por M., yo habría dejado la relación con A. Obtenía de M., lo que A. debería de haberme dado todo el tiempo.
Cuando volvimos cada uno a su respectivas ciudades, seguimos en contacto durante un tiempo. El tiempo que él tardó en decidir que quería a su novia y se dedicaba a contarme lo bien que iban las cosas con ella mientras yo seguía loca por sus huesos, inventando para reencontrarnos alguna vez.
Hoy, cuando lo pienso en frío, creo que él podría haber sido el hombre de mi vida si yo hubiera jugado bien mis cartas. Cometí errores al no hacer cosas que, entonces, creía que estaban mal. Y es más, si él me hubiese elegido a mí, le habría seguido a cualquier sitio.
Y es que, la verdad, creo que jamás he estado más enamorada de alguien en mi vida.
viernes, junio 3
A L o v e S t o r y
Creo que ésta es una historia que merece ser contada. Es lo más bonito que me ha pasado en mi vida y, si las circunstancias de aquel muchacho hubieran sido otras, las cosas ahora mismo serían muy distintas.
La historia empieza en septiembre de 2006... aunque, pensándolo bien, mejor retroceder hasta febrero. A. y yo llevábamos juntos diez meses escasos, de los cuales, tres, habíamos pasado separados. Yo, por supuesto, estaba enamoradísima: una niña con 19 años que sale con un tío de 22, guapo, simpático, gracioso... un poco autista de vez en cuando, eso sí, pero ¿qué más quería? De repente, un día me doy cuenta de que en el corcho de su habitación hay un post-it pegado que reza: "Mirar las becas de EE.UU." Yo me puse echa una fiera. Estaba en mi segundo año de carrera, tercero era el ideal para el Erasmus, yo estaba dejando pasar la fecha de solicitud porque no quería separarme de él ¡¡y resulta que él estaba pensando en irse a Yanquilandia sin ni siquiera haberme dicho una palabra!!
Total, sin entrar en más detalles, el día 4 de septiembre él volaba a Canadá y yo a Reino Unido el 29.
Nos vimos en Navidad. Sin pensármelo dos veces, viajé hasta Canadá para verle y pasar tres semanas con él de viaje por algunas ciudades de Canadá y EE.UU. Aquí tengo que decir que él corrió con la mayoría de los gastos pero las 30 horas de viaje y las desgracias que me ocurrieron me las llevé yo, así como el no pasar esas fechas con mi familia.
In the meantime, cero llamadas, hablaba con él de higos a brevas, me contestaba los mails cuando le venía en gana, le escribí cartas y no me contestó ni una... Yo estaba desesperada, porque no sabía nada de él y tampoco entendía porqué él no quería saber de mi más de lo necesario. Esta situación se prolongó de octubre a julio, oséase, to el año. Hubo una temporada en marzo-abril en la que no me cabía más amargura y quise mandarlo todo a tomar por culo de una vez.Y debería de haberlo hecho, porque ese era el momento.
Volvimos a vernos en mayo, cuando su beca terminó y ya volvía a España. Pasó tres o cuatro días conmigo, no más.
Por entonces, yo había conocido a M., un chico que por entonces tenía 22 o 23 años y estaba pasando solo un cuatrimestre en Inglaterra. De febrero a junio. Me llamaba la atención en clase. Se le veía un tío callado, interesante... pero nada más.
Y cómo veo que me estoy alargando tela, seguiré luego :)
La historia empieza en septiembre de 2006... aunque, pensándolo bien, mejor retroceder hasta febrero. A. y yo llevábamos juntos diez meses escasos, de los cuales, tres, habíamos pasado separados. Yo, por supuesto, estaba enamoradísima: una niña con 19 años que sale con un tío de 22, guapo, simpático, gracioso... un poco autista de vez en cuando, eso sí, pero ¿qué más quería? De repente, un día me doy cuenta de que en el corcho de su habitación hay un post-it pegado que reza: "Mirar las becas de EE.UU." Yo me puse echa una fiera. Estaba en mi segundo año de carrera, tercero era el ideal para el Erasmus, yo estaba dejando pasar la fecha de solicitud porque no quería separarme de él ¡¡y resulta que él estaba pensando en irse a Yanquilandia sin ni siquiera haberme dicho una palabra!!
Total, sin entrar en más detalles, el día 4 de septiembre él volaba a Canadá y yo a Reino Unido el 29.
Nos vimos en Navidad. Sin pensármelo dos veces, viajé hasta Canadá para verle y pasar tres semanas con él de viaje por algunas ciudades de Canadá y EE.UU. Aquí tengo que decir que él corrió con la mayoría de los gastos pero las 30 horas de viaje y las desgracias que me ocurrieron me las llevé yo, así como el no pasar esas fechas con mi familia.
In the meantime, cero llamadas, hablaba con él de higos a brevas, me contestaba los mails cuando le venía en gana, le escribí cartas y no me contestó ni una... Yo estaba desesperada, porque no sabía nada de él y tampoco entendía porqué él no quería saber de mi más de lo necesario. Esta situación se prolongó de octubre a julio, oséase, to el año. Hubo una temporada en marzo-abril en la que no me cabía más amargura y quise mandarlo todo a tomar por culo de una vez.Y debería de haberlo hecho, porque ese era el momento.
Volvimos a vernos en mayo, cuando su beca terminó y ya volvía a España. Pasó tres o cuatro días conmigo, no más.
Por entonces, yo había conocido a M., un chico que por entonces tenía 22 o 23 años y estaba pasando solo un cuatrimestre en Inglaterra. De febrero a junio. Me llamaba la atención en clase. Se le veía un tío callado, interesante... pero nada más.
Y cómo veo que me estoy alargando tela, seguiré luego :)
sábado, mayo 28
W h i r l i n g
Así están siendo mis días últimamente. Un giro continuo que no me lleva a ningún sitio. Cuando llego al final, resulta que estoy otra vez en el punto de partida.
A., pasó dos semanas sin dar señales de vida hasta que el pasado sábado recibí un sms invitándome al cine. Por supuesto, decliné la oferta pero, en su lugar, le propuse ir a tomar unas cervezas y hablar del asunto. Durante la conversación puse sobre la mesa varios puntos a tratar:
- Su pasotismo absoluto. Está tan acomodado que lo único que hace es esperar a que yo vaya en su busca.
- Su recelo y, en ocasiones, desprecio hacia mis amigos. Nunca he tenido la suerte de estar integrada en un grupo de amigos, como él, pero sí que tengo muchos "amigos sueltos". Últimamente salgo mucho con mis compañeras de trabajo... y tampoco le agradan. Siempre hay un pero.
- EL ASUNTO: algo no va bien. Mejor que te pares a pensar si me tienes cariño o aún me quieres. La ausencia total de sexo es grave.
Su respuesta a todo esto ha sido comprarse una bici para venir a mi casa más a menudo y aparecer por sorpresa varios días esta semana, cosa que me agobia un poco. Sigue sin entender que verle más o menos no es el problema. El problema es que las veces que nos vemos es porque yo le busco y ya estoy cansada. Es que el carro pesa, sabes?
Pues así ha transcurrido la semana hasta que ayer, después de llamarle para ir a cenar, me miró el móvil en un descuido y vio mensajes de un amigo mío al que él odia. Tuvieron problemas hace unos años pero yo tuve claro que los amigos como él están por encima de muchas otras cosas y seguimos en contacto a espaldas de A.
Se puso hecho un obelisco, con cara de palo toda la noche. Discutimos hasta que le dejé sin argumentos y cuando llegué a casa me envió un mensaje en el que me confesaba que el motivo de su enfado eran los mensajes de mi amigo y que se sentía gilipollas. Y digo yo ¿quién es más gilipollas? ¿Él o yo que aguanto que intercambie mails con una tía que le insinuó tener sexo y a la que, según él, iba a cortar el pienso allá por navidades? Sí, le pillé sms's, emails y llamadas de teléfono y sigue hablando con ella a mis espaldas.
Ayer me di cuenta de que conmigo ya las lleva claras porque ya no tengo miedo a que se enfade, grite, patalee o me deje. Pero, ¿cómo acabo con esta relación ahora que, se supone, se está esforzando?
En fin, mañana más!
A., pasó dos semanas sin dar señales de vida hasta que el pasado sábado recibí un sms invitándome al cine. Por supuesto, decliné la oferta pero, en su lugar, le propuse ir a tomar unas cervezas y hablar del asunto. Durante la conversación puse sobre la mesa varios puntos a tratar:
- Su pasotismo absoluto. Está tan acomodado que lo único que hace es esperar a que yo vaya en su busca.
- Su recelo y, en ocasiones, desprecio hacia mis amigos. Nunca he tenido la suerte de estar integrada en un grupo de amigos, como él, pero sí que tengo muchos "amigos sueltos". Últimamente salgo mucho con mis compañeras de trabajo... y tampoco le agradan. Siempre hay un pero.
- EL ASUNTO: algo no va bien. Mejor que te pares a pensar si me tienes cariño o aún me quieres. La ausencia total de sexo es grave.
Su respuesta a todo esto ha sido comprarse una bici para venir a mi casa más a menudo y aparecer por sorpresa varios días esta semana, cosa que me agobia un poco. Sigue sin entender que verle más o menos no es el problema. El problema es que las veces que nos vemos es porque yo le busco y ya estoy cansada. Es que el carro pesa, sabes?
Pues así ha transcurrido la semana hasta que ayer, después de llamarle para ir a cenar, me miró el móvil en un descuido y vio mensajes de un amigo mío al que él odia. Tuvieron problemas hace unos años pero yo tuve claro que los amigos como él están por encima de muchas otras cosas y seguimos en contacto a espaldas de A.
Se puso hecho un obelisco, con cara de palo toda la noche. Discutimos hasta que le dejé sin argumentos y cuando llegué a casa me envió un mensaje en el que me confesaba que el motivo de su enfado eran los mensajes de mi amigo y que se sentía gilipollas. Y digo yo ¿quién es más gilipollas? ¿Él o yo que aguanto que intercambie mails con una tía que le insinuó tener sexo y a la que, según él, iba a cortar el pienso allá por navidades? Sí, le pillé sms's, emails y llamadas de teléfono y sigue hablando con ella a mis espaldas.
Ayer me di cuenta de que conmigo ya las lleva claras porque ya no tengo miedo a que se enfade, grite, patalee o me deje. Pero, ¿cómo acabo con esta relación ahora que, se supone, se está esforzando?
En fin, mañana más!
lunes, mayo 16
D o r a, A b o r t a M i s i ó n
Helada.
Así me he quedado hoy cuando hoy he sacado más información de mi ex-amor platónico sentados en una terraza con sendas cervezas en la mesa.
La situación ha sido la siguiente: vuelvo desde la Alhambra hacia Renfe para el tren de las 14.51 porque sabía que él estaba allí. Le veo cargar a los clientes y salir. Cargo yo y me dirijo a la calle Ángel Ganivet. Por el camino me lo cruzo y veo que va hacia el Palacio de Congresos. Dejo a mis clientes, voy en la dirección que va él y le veo dar la rotonda de Congresos y volver hacia el centro. Sin dudarlo le he seguido hasta que en un semáforo le he propuesto tomar una cerveza. Gustoso ha aceptado: "una... ¡y ocho si hacen falta!"
Ya sentados, hablamos de nuestra vida fumando un par de cigarrillos. Yo, mentirosa sin escrúpulos (solo ésta vez) le he dicho que A. es mi ex y le he relatado un par de experiencias negativas. Él, por su parte, empieza a contarme que vive con su novia (ésto ya lo sabía), que ese piso es de sus suegros, pero que está hasta las narices de ella porque se pelean un día sí, y otro también. Me dice también, que cada vez que se pelean ella le amenaza con dejar la relación y le dice que haga las maletas y se largue. Sigue contando que ya se largó una vez, que lo volverá hacer si es necesario y que van a tener un hijo en agosto...
Yo he intentado disimular al máximo mi cara de póker. Este tío ya juega en otra liga... o igual yo debería jugarla también y no quiero.
De una forma u otra, se ha coscao de que yo me he quedado descolocada y ha intentado justificarse al máximo, diciendo que tenía mucha ilusión por el crío y que si llevaba 5 años con ella, pues iba a tenerlo con ella. Sin embargo me dejaba ver entre líneas que ella no era la mujer de su vida y que, de dejarlo con ella (algo de lo que dice, tiene gana), pasaría un buen tiempo sin pareja disfrutando de la vida.
Yo no sabía donde meterme. Estaba intentando ligarme a un tío que trae un churumbel en camino. ¡Madre mía!
Al irnos, le he dicho: "no te enfades, hombre... no merece la pena, en todas las parejas hay discusiones!" Me ha mirado por encima de las gafas y me ha dicho: "no, si ya se me ha pasado!"
Aún estoy fría. Necesito terapia. Tanta que me voy a ir de compras ahora mismo, aunque acabo de llegar de trabajar y estoy cansada.
Ahora, he cambiado las miras y tengo unos pensamientos diferentes... Mañana os lo cuento.
Así me he quedado hoy cuando hoy he sacado más información de mi ex-amor platónico sentados en una terraza con sendas cervezas en la mesa.
La situación ha sido la siguiente: vuelvo desde la Alhambra hacia Renfe para el tren de las 14.51 porque sabía que él estaba allí. Le veo cargar a los clientes y salir. Cargo yo y me dirijo a la calle Ángel Ganivet. Por el camino me lo cruzo y veo que va hacia el Palacio de Congresos. Dejo a mis clientes, voy en la dirección que va él y le veo dar la rotonda de Congresos y volver hacia el centro. Sin dudarlo le he seguido hasta que en un semáforo le he propuesto tomar una cerveza. Gustoso ha aceptado: "una... ¡y ocho si hacen falta!"
Ya sentados, hablamos de nuestra vida fumando un par de cigarrillos. Yo, mentirosa sin escrúpulos (solo ésta vez) le he dicho que A. es mi ex y le he relatado un par de experiencias negativas. Él, por su parte, empieza a contarme que vive con su novia (ésto ya lo sabía), que ese piso es de sus suegros, pero que está hasta las narices de ella porque se pelean un día sí, y otro también. Me dice también, que cada vez que se pelean ella le amenaza con dejar la relación y le dice que haga las maletas y se largue. Sigue contando que ya se largó una vez, que lo volverá hacer si es necesario y que van a tener un hijo en agosto...
Yo he intentado disimular al máximo mi cara de póker. Este tío ya juega en otra liga... o igual yo debería jugarla también y no quiero.
De una forma u otra, se ha coscao de que yo me he quedado descolocada y ha intentado justificarse al máximo, diciendo que tenía mucha ilusión por el crío y que si llevaba 5 años con ella, pues iba a tenerlo con ella. Sin embargo me dejaba ver entre líneas que ella no era la mujer de su vida y que, de dejarlo con ella (algo de lo que dice, tiene gana), pasaría un buen tiempo sin pareja disfrutando de la vida.
Yo no sabía donde meterme. Estaba intentando ligarme a un tío que trae un churumbel en camino. ¡Madre mía!
Al irnos, le he dicho: "no te enfades, hombre... no merece la pena, en todas las parejas hay discusiones!" Me ha mirado por encima de las gafas y me ha dicho: "no, si ya se me ha pasado!"
Aún estoy fría. Necesito terapia. Tanta que me voy a ir de compras ahora mismo, aunque acabo de llegar de trabajar y estoy cansada.
Ahora, he cambiado las miras y tengo unos pensamientos diferentes... Mañana os lo cuento.
miércoles, mayo 11
M a d n e s s
Cuanto más lo pienso, más dudas me asaltan. Estos nervios que no me dejan dormir ni comer no pueden ser sanos. Ni siquiera estoy concentrada cuando trabajo y eso me hace perder dinero. Mis ingresos van al día, no son fijos.
Hoy he desayunado a solas con mi nuevo amor platónico. Más bien, me ha invitado a desayunar. Cada vez me atrae más, sexualmente hablando. Me tiemblan las piernas y hago el imbécil a no poder más. Él, por su parte, establece contacto físico cada vez que puede. Una mano a la espalda, otra a mi brazo... El tonteo. Una maravilla. Me encanta. Hoy le he sacado otra pequeña dosis de información. Poco a poco. A veces pienso que si esta tontería durara para siempre, yo sería súper feliz.
En el otro bando está A. Lo bueno pesa tanto como lo malo. Me ha hecho tantas cosas buenas y he pasado tan buenos momentos... Le escupiría por todas las veces que me ha hecho llorar y sentirme insignificante. Como desde hace unos años, la relación sigue en una especie de Stand-By en la que nada cambia. Sería facilísimo ir alejándonos y dejar esta relación morir sin perder el cariño que nos tenemos. Porque esto ya no es amor ni pasión. No hay sexo. Nuestros encuentros se reducen a café, almuerzos, cenas, películas y DORMIR juntos los fines de semana. Últimamente ni siquiera lo último me apetece. Es como si tuviera una piedra colgando del pescuezo. Creo que, de alguna forma, tengo que conseguir que A. vea todo esto y termine sintiendo lo que yo.
Por otro lado pienso que, de acabar la relación con A., ni de coña me metería en otro fregao de tal calibre. Yo quiero vivir un poco y hacer las cosas pensando en mi y nada más que en mi.
En fin, que me estoy volviendo loca y ya he perdido 2 kilos.
Hoy he desayunado a solas con mi nuevo amor platónico. Más bien, me ha invitado a desayunar. Cada vez me atrae más, sexualmente hablando. Me tiemblan las piernas y hago el imbécil a no poder más. Él, por su parte, establece contacto físico cada vez que puede. Una mano a la espalda, otra a mi brazo... El tonteo. Una maravilla. Me encanta. Hoy le he sacado otra pequeña dosis de información. Poco a poco. A veces pienso que si esta tontería durara para siempre, yo sería súper feliz.
En el otro bando está A. Lo bueno pesa tanto como lo malo. Me ha hecho tantas cosas buenas y he pasado tan buenos momentos... Le escupiría por todas las veces que me ha hecho llorar y sentirme insignificante. Como desde hace unos años, la relación sigue en una especie de Stand-By en la que nada cambia. Sería facilísimo ir alejándonos y dejar esta relación morir sin perder el cariño que nos tenemos. Porque esto ya no es amor ni pasión. No hay sexo. Nuestros encuentros se reducen a café, almuerzos, cenas, películas y DORMIR juntos los fines de semana. Últimamente ni siquiera lo último me apetece. Es como si tuviera una piedra colgando del pescuezo. Creo que, de alguna forma, tengo que conseguir que A. vea todo esto y termine sintiendo lo que yo.
Por otro lado pienso que, de acabar la relación con A., ni de coña me metería en otro fregao de tal calibre. Yo quiero vivir un poco y hacer las cosas pensando en mi y nada más que en mi.
En fin, que me estoy volviendo loca y ya he perdido 2 kilos.
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