domingo, julio 10

A L o v e S t o r y ( p a r t 2 )

A ese muchacho siempre le veía en clase mordisqueándose las uñas y hablé con él unas cuantas veces solo porque el profesor nos colocaba en el mismo grupo para las actividades de clase.
Un día estaba yo en los pasillos de la facultad peleando a muerte con el PowerPoint. Tenía que hacer una presentación súper importante sobre etnología. De ese proyecto dependía la nota de la asignatura. Como siempre, el dichoso programita decidió que no iba a reproducir los vídeos que yo había introducido y en ese momento pasó él para acabar con mi problema en 2 minutos. Qué panoli soy...
A partir de ahí empezó a llamarme la atención y, por lo que se ve, yo a él. Comíamos juntos en la facultad, nos dedicábamos miraditas por los pasillos... hasta que un día coincidimos en un pub. Sentados uno en cada esquina de una mesa de 20, pasamos toda la noche mirándonos hasta que se me acercó a decirme: "¿vas a decidirte a besarme ya o aún tengo que esperar un poco más?" Aquello fue digno de una película empachosa, pero súper bonito. Creo que no paramos de besarnos hasta que me dejó en mi casa.
A partir de ahí todo fue perfecto. Venía a casa a recogerme, íbamos a pasear, tomar café... pasábamos horas sentados con un café y tabaco hablando de mil cosas. Siempre tenía palabras y detalles preciosos para mí, apreciaba que me hubiera arreglado o que hubiera hecho el esfuerzo de salir después de venir del curro. No hubo nada malo. Jamás se sobrepasó o insinuó algo que yo no quisiera hacer.
Y NO. No hubo sexo. No hizo falta. Nos llenábamos tanto mutuamente que el sexo se convirtió en algo sin importancia y, como tal, no sucedió.

Mientras tanto, yo pensaba en A. bastante, y él en su novia, por supuesto. Tenía muchos remordimientos pero luego, pensando en frío, me daba cuenta de que de no ser por M., yo habría dejado la relación con A. Obtenía de M., lo que A. debería de haberme dado todo el tiempo.
Cuando volvimos cada uno a su respectivas ciudades, seguimos en contacto durante un tiempo. El tiempo que él tardó en decidir que quería a su novia y se dedicaba a contarme lo bien que iban las cosas con ella mientras yo seguía loca por sus huesos, inventando para reencontrarnos alguna vez.
Hoy, cuando lo pienso en frío, creo que él podría haber sido el hombre de mi vida si yo hubiera jugado bien mis cartas. Cometí errores al no hacer cosas que, entonces, creía que estaban mal. Y es más, si él me hubiese elegido a mí, le habría seguido a cualquier sitio.
Y es que, la verdad, creo que jamás he estado más enamorada de alguien en mi vida.