martes, mayo 10

C o n v e r s a c i o n e s

Un buen día, después de ver el piso tan precioso que tiene una nueva amiga mía, se me ocurrió que A. y yo podríamos arriesgarnos e hipotecarnos. Esa idea vino de mis ganas de independencia, de tener algo mío y de empezar a compartir mi vida con A. Esto último, de hecho, ya lo intenté el verano pasado y contaré la historia en otro momento. Creo que podéis deducir que la cosa no fue bien del todo.
El piso en el que yo tenía puestos los ojos era precisamente el que A. tenía (y aún tiene) en alquiler. Es un piso en el mismo centro de la ciudad. Como tal, es antiguo, algo que da la posibilidad de tirar todos los tabiques y reorganizarlo al gusto. Durante unas semanas estuve entusiasmada con la idea y pensé incluso en cómo ir pagándolo. La situación de la casa es inmejorable y con la cantidad de estudiantes extranjeros que vienen cada año, es fácil de alquilar a un precio más alto del que paga A. Tiene tres habitaciones.
Poco a poco, sin prisas ni agobios, podríamos ir reformándolo mientras esperamos el momento adecuado. Al fin y al cabo, los dos trabajamos. Eso, hoy en día, ya es mucho.

Después de darle muchas vueltas al asunto, decidí contarle a A. mi idea. Su respuesta no pudo ser más rotunda: "lo último que haría ahora sería comprarme una casa y atarme". Me dejó descuadrada por completo.

Luego, por la noche, pensándolo fríamente en mi casa, me di cuenta de que lo que en realidad me había impactado no era el hecho de que, teniendo ya 28 tacos, no quisiera compartir su vida conmigo aún. Eso era lo de menos. Lo que realmente me dolía era todo el contenido implícito de aquella respuesta:

- avance en la relación: CERO
- responsabilidades: CERO
- asentamiento y estabilidad: CERO
- preocupaciones: CERO
- proyección de futuro conmigo: CERO PATATERO!

Junto con estas conclusiones vino a mí un aluvión de dudas. El hecho de comprar/compartir/whatever una vivienda me lo trae al fresco. Sin embargo, ¿qué puedo esperar de alguien que, rozando la treintena, no quiere preocupaciones ni responsabilidades? Y lo peor es que este "defecto" está presente en todos los aspectos de su vida. Empezando por los estudios, siguiendo por el amor y terminando por el trabajo.
Yo cada vez estoy más cansada y él sigue esperando a que las oportunidades le caigan del cielo. Mal acostumbrado te tienen tus papis. Muy mal acostumbrado, cariño.

1 comentario:

illy dijo...

ya sabes, haz una balanza de pros y contras..